Una fiesta que consta de una representación dramática en la plaza mayor a base de un texto reiterativo y demasiado simple, vigente desde hace veinte años, siempre lo mismo.
Ayer terminó el carnaval de Santoña con la representación y el desfile del Juicio en el Fondo del Mar y la quema del besugo.
Una fiesta que consta de una representación dramática en la plaza mayor a base de un texto reiterativo y demasiado simple, vigente desde hace veinte años, siempre lo mismo, ya harta, unos pretendidos versos que no lo son, pues carecen de metro y están pésimamente rimados, un texto en suma de lo más insulso, compuesto por los mismo murguistas, basado a su vez en unas aleluyas sacadas del numen de otro murguista de antes de la guerra, antes de la prohibición que vendría tras la guerra civil.
Por lo demás, cada vez se ve menos gente disfrazada y menos concurridas las fiestas de este otrora famoso carnaval, el carnaval del norte por antonomasia llegó a ser llamado, venido a menos hasta llegar a convertirse en uno más de cuantos se celebran en todas las localidades de España.
En su día, recién levantada la prohibición, al carnaval de Santoña le cupo el mérito de adelantarse a todos los demás, tan sólo cuatro carnavales, como aquél que dice, se celebraban en toda España, y aquí entonces acudía gente de todas partes, hasta de Madrid venían al carnaval de Santoña, hasta el punto de que el personal foráneo colapsaba todos los servicios, dejaban los bares sin abasto, en fin, aquello era la locura, el non plus ultra.
Pero aquello ya se acabó. El carnaval de Santoña, como queda dicho, ya no es más que un carnaval pueblerino cualquiera