El PRC de Santander atraviesa un momento de tensión interna que ha estallado públicamente tras la marcha de Íñigo Claramunt, exdirector gerente del 112 y uno de los perfiles más claramente progresistas del regionalismo en la capital. Su salida ha abierto una grieta que ya existía desde hace meses: la desconexión entre la militancia —la más izquierdista de todo el PRC— y la línea que intenta imponer Felipe Piña.
Santander ha sido históricamente la excepción dentro del regionalismo cántabro. Mientras en buena parte de la comunidad el PRC se movía en parámetros moderados, en la capital fue siempre la sensibilidad progresista la que sostuvo al partido. Esa identidad permitió a los regionalistas mantener presencia en una ciudad donde los equilibrios electorales siempre han sido frágiles.
Un liderazgo impuesto que genera rechazo
La llegada de Felipe Piña, percibido internamente como una designación impuesta desde la dirección regional, ha alterado ese ecosistema. Su intento de reorientar el PRC hacia posiciones más conservadoras ha chocado frontalmente con una afiliación que se reconoce en todo lo contrario. La percepción de distancia, de ausencia de debate interno y de falta de sintonía con la realidad santanderina ha ido creciendo en los últimos meses.
La salida de Claramunt y la baja de militantes destacados: el síntoma más visible
La marcha de Claramunt ha sido la gota que ha colmado el vaso, pero no es el único movimiento significativo. En paralelo, varios militantes destacados del PRC en Santander también han solicitado su baja, una señal inequívoca de que el malestar no es puntual ni personal, sino estructural.
Claramunt, técnico, respetado y claramente identificado con el sector progresista del partido, simbolizaba precisamente la sensibilidad que durante décadas dio sentido al regionalismo en la ciudad. Su marcha, acompañada de otras bajas relevantes, evidencia un choque directo entre la identidad histórica del PRC santanderino y el rumbo actual de su dirección.
Un tablero político en plena reconfiguración
Mientras el PRC permanece atrapado en sus tensiones internas, el resto de fuerzas políticas de Santander se mueven en un escenario cada vez más dinámico. El PP libra una batalla constante por no perder su mayoría absoluta, y en los últimos meses en la formación crece el temor de que VOX pueda arrebatarle ese dominio si continúa consolidando apoyos entre el electorado más descontento.
En paralelo, el PSOE atraviesa un periodo de desorientación, sin un discurso claro ni una estrategia definida para recuperar terreno en la capital. Por su parte, Izquierda Unida intenta mantenerse a flote en un espacio cada vez más disputado, especialmente ante el empuje de Cantabristas, que busca captar al votante urbano desencantado y ocupar el nicho de la izquierda alternativa.
Y mientras todo esto sucede, VOX sigue avanzando de manera sostenida, con un discurso nítido, cohesión interna y una base fiel que le permite crecer sin el desgaste que arrastran otras formaciones.






