Tengo recientemente publicado un artículo que titulé «Las catástrofes y el Estado», en el hice un repaso de las catástrofes acaecidas en los últimos años en España y la incompetente respuesta de un Estado que se demostró incapaz de proteger a los sufridos contribuyentes que le sostienen.
España ha decaído, las cosas que dejan de funcionar no son únicamente las dependientes del Estado, lo que es muy descorazonador, sobre todo viendo como en los últimos veinte años se ha ido por el desagüe de la ineptitud los estándares alcanzados desde la transición democrática, esto no ha sido únicamente por el aparato y la burocracia estatal, también la sociedad civil, las empresas y los autónomos se han acompasado en buena medida a los modos y formas imperantes en el mundo oficial, hasta llegar a situar en ámbitos habituales la institucionalización de la chapuza.
Quien no ha padecido la obra que no cumple los plazos acordados previamente, quien no se ha desesperado ante el operario que no aparece , quien ha esperado desesperadamente ese informe que llegó fuera de plazo …? quien no …?
Vivimos sumergidos en una situación en donde el País, el privado y el oficial, se comporta y trabaja con desdén, sin respeto para el trabajo bien hecho ni responsabilidad ante las propias actuaciones que empujan al desmadeje de la economía fuera de los circuitos que caracterizan a los países solventes.
Este tipo de comportamientos, la chapuza, la economía sumergida y la ausencia de certidumbre en el cumplimiento de los compromisos adquiridos convierte al país en un lugar poco fiable para los negocios, las relaciones institucionales o entre particulares, dando la peligrosa sensación que se haga lo que sea, el primer mundo civilizado, el de la certidumbre, se empieza a contemplar a una distancia cada vez mayor.
Estos comportamientos tiene consecuencias muy concretas, la chapuza no. es algo etéreo que queda flotando en aire de nadie, tiene perjuicios económicos directos como en la pérdida de dinero, los gastos adicionales y tener que contratar a otras empresas o profesionales que solucionen las chapuzas provocadas.
También están los problemas operativos que la ausencia de calidad provoca que tienen la interrupción de proyectos y un intangible del máximo valor : Tiempo qué no se puede recuperar, como mucho minimizar.
No son asunto menor los problemas legales que las cosas mal hechas, las chapuzaos producen, en donde las disputas legales y demandas son el inicio de una situación que lleva asociado los gastos que ello supone, abogados, procuradores, asesoramiento … esto con algo no menos importante : el estrés que llevan asociados los problemas provocados por la incompetencia y el mal hacer.
Entre los activos de las empresas, además de los bienes materiales, están la marca y la reputación. Los daños reputaciones son muy a tener en cuenta por el coste asociado que daña la confianza con los clientes y las relaciones comerciales, más allá de lo que pueda suponer una pancarta de Ugt.
Tampoco deben minusvalorarse los daños morales que la incertidumbre y la frustración que emergen cuando a los problemas causados por trabajar indolentemente une el lucro cesante, sin olvidar las pérdidas directas por multas, sancione, abandono de clientes o cuota de mercado.
Estas son consecuencias de la chapuza, del mal hacer, de la informalidad, lacra a la que nos estamos acostumbrando como sociedad, en donde no reaccionamos como requiere un País que lleva veinte años declinando ante la inexplicable sumisión de una significativa parte de a sociedad.