Cantabria atraviesa un proceso demográfico profundo que va más allá de la caída de la natalidad o el envejecimiento. En los últimos años, la región ha experimentado un fuerte cambio en la composición de su población extranjera, hasta el punto de que los datos de afiliación a la Seguridad Social muestran una tendencia clara: el crecimiento de la población activa depende, sobre todo, de inmigrantes procedentes de fuera de la Unión Europea.
En 2006 había en Cantabria 7.091 trabajadores extracomunitarios dados de alta frente a 3.491 comunitarios. Dieciocho años después, la diferencia es abismal: en 2024 los primeros alcanzan un récord de 16.163 afiliados, mientras los comunitarios apenas suman 5.387. A ellos se añaden otros 4.430 de países no comunitarios. En conjunto, más de 26.000 extranjeros cotizan hoy en Cantabria, y más del 60% son de fuera de la UE.
La evolución muestra trayectorias muy distintas. Los comunitarios crecieron hasta 2008, con 4.191 afiliados, pero después se mantuvieron en una década de estancamiento y solo en los últimos años han repuntado levemente. En cambio, los extracomunitarios, tras caer durante la crisis, han protagonizado una escalada imparable desde 2017: 8.080 en 2019, 10.153 en 2022 y 16.163 en 2024.
Pero los datos de afiliación no cuentan toda la historia. Según el INE, Cantabria cuenta actualmente con unos 49.700 extranjeros empadronados, lo que equivale al 8,4% de la población regional. Si se comparan estas cifras con las de afiliación, la conclusión es clara: cerca de la mitad de los inmigrantes que residen en Cantabria no cotizan a la Seguridad Social. Es decir, no forman parte del sistema laboral formal y, en muchos casos, dependen de ayudas o de la economía sumergida.
Este fenómeno se da en paralelo a un desplome de la natalidad autóctona y a una emigración juvenil que vacía pueblos y envejece las ciudades. El resultado es evidente: la población que sostiene el crecimiento en Cantabria no son los cántabros, sino los inmigrantes extracomunitarios.
Aquí surge un debate incómodo que muchos prefieren esquivar: ¿estamos ante un proceso de sustitución poblacional? Cada vez nacen menos niños cántabros y, al mismo tiempo, aumenta el peso de extranjeros que, en su mayoría, no proceden de países europeos. Esto no es solo una cuestión estadística. Se trata de integración, cohesión social y de qué modelo de convivencia quiere construir la región.
Mientras los grandes partidos presentan estas cifras como una solución “natural” al invierno demográfico, solo VOX ha planteado con claridad la necesidad de abrir un debate real sobre los efectos de este cambio poblacional y sobre el futuro de Cantabria. No se trata de negar la aportación de quienes trabajan y cotizan, sino de afrontar una evidencia: sin políticas de natalidad eficaces y sin medidas que garanticen que la inmigración es ordenada y asumible, Cantabria camina hacia un relevo generacional en el que los cántabros serán minoría en su propia tierra.
Los datos son claros y las tendencias también. La cuestión es si la clase política tendrá el valor de abordarlo con realismo o seguirá escondiéndolo bajo discursos complacientes que no resuelven el problema de fondo.